martes, enero 22, 2008

Necesito

Sólo necesito tu pelo, para que me cubra como mar de caricias y perderme en él.
Sólo necesito tus brazos, para que me transmitan tu fuerza y me reconforten, para que me estrechen hasta que no pueda ni respirar.
Sólo necesito tus manos, para que recorran mi cuerpo en las largas noches de insomnio.
Sólo necesito tus ojos, para reflejarme en ellos, para perderme en tu conciencia.
Sólo necesito tus labios, para que callen a los míos, que tienen tanta sed de ti.
Sólo necesito tu risa, para animar a mi corazón que te extraña tanto.
Sólo necesito tu fuerza, para que elimine mis miedos.
Sólo necesito tu tranquilidad, para que suavice un poco esta locura de quererte.
Sólo necesito tu pasión, para sentirte, para tocar el cielo.
Sólo necesito tu vida, sólo un poco de ella, para compartirla con la mía, para robarle sólo unos instantes al tiempo.
Sólo necesito tu ternura, para sentirme protegido.
Sólo te necesito a ti, únicamente a ti.

jueves, enero 17, 2008

El mar de tus caricias

Derrotados en tantas batallas inútiles
Con las armas gastadas
Y el corazón enterrado en el barro
De tanta maldita palabra
Que hiere y que mata
Adicta al dolor.

Deshojando una flor que se lleva el otoño
Dividiendo la vida y el alma por dos
No reparto el silencio, me quedo con todo
Quizás de este modo
Conserve la voz.

Derrotados en tantas batallas estúpidas
Con las ganas vacías y el corazón
Tan llenito de espinas que duele decirlo
Que duele escribirlo
En una cancion.

Y ahora solo somos dos desconocidos
Enredándose en el hilo
Que sujeta los sentidos
Pero yo

Me quedo con el borde de tus labios
Quizás no haya un camino mas azul
Me quedo con el roce de tus manos
Dime ¿Con qué te quedas tu?

Me quedo con el mar de tus caricias
Que nadie ma acaricia como tu
Me quedo con el sol de tu sonrisa
Dime ¿Con qué te quedas tu?

Dime ¿Con qué te quedas tu?

lunes, enero 14, 2008

Miedo

Decidí jugármela y quizás perdí. Te esperabas otra cosa, no lo sé, tampoco sé cómo piensas. Debo ser medio gilipollas, porque después de una bofetada siempre pongo la otra mejilla. Llevo meses esperándote, imaginándote. Las cosas nunca salen como uno las planea. Sigo el rumbo que marca mi corazón, siempre hablo en serio, me dejo llevar y me dejo hacer, soy un kamikaze. Pensé que si tú sabías cómo soy, yo iba a jugar con ventaja, pero me volví a equivocar, como no. Mi docilidad tampoco te emociona, ni siquiera mi honestidad brutal. Creo que contigo me equivoqué de parte a parte, pero salgo a flote: es sólo una muesca más, un golpe más. Pronto volveré a poner la otra mejilla.

Por qué cuando pienso en ti duele. Siento un pinchazo, un temblor, un escalofrío, se me cierra la garganta y no me deja hablar como quisiera. Eso no se controla. No consigo evitar esa borrachera de sensaciones cada vez que te veo. Deberíamos cruzar fuerte los dedos por si acaso, no por la suerte, sino para que el dolor nos recuerde que seguimos ahí.
Colecciono momentos, pero creo que olvidé lo que era olvidar. Me siento como un viejo coche parado en el garaje, que tuvo buenos y malos tiempos, que fue capaz de tanto y se quedó en tan poco. Ahora no sólo no es capaz de andar, sino que al moverlo, al sentarnos a imaginar carreteras sin fin ante el volante, las piezas oxidadas chirrían dejando bien patente la certeza de que sólo existe un rumbo. Y no es necesariamente aquel que siempre soñamos. Si tus ojos levantan un muro, no intentaré derribarlo con palabras. No se debería tratar de regresar al lugar dónde se ha sido feliz. Pero tengo claro que no quiero volver a perderme en caminos pedregosos, de esos que sólo conducen a compañías de camas frías y domingos vacíos.
Esperar algún mensaje tuyo y al mirar la bandeja de entrada sólo aparece propaganda; más allá duermen mis monstruos.
No importa como haga, siempre acabo mirándome en un espejo roto en mil pedazos y nunca sé, entre todas las imágenes de mi, cuál es realmente la auténtica. Y me pregunto cómo me has imaginado, como me has dibujado, qué has visto en mi y qué no te he dejado ver.
Me consuela saber que no existen las huídas perfectas, porque no serías capaz de cerrar la puerta, respirar hondo y no mirar atrás.
No te imaginas el miedo que tengo a que llegue el dia en que me olvides, a que se acabe lo que sea eso que sientes por mi. Esa sensacion me atormenta cada dia, cada instante. Que ya no me necesites de alguna manera, que ya no me eches de menos. Es un tormento. Tengo tantas cosas que decirte, que vivir contigo y tanto miedo de perderte...

Esperar siempre acaba por ralentizar tanto las palabras que a veces terminamos por olvidarlas. Y olvidarnos de nosotros mismos.

viernes, enero 04, 2008

En condicional

Congelaría el océano con tal de poder volar sobre él en patines y poder llevarte a tu felicidad. Compraría 10.000 bolsas de palomitas para que las comiéramos juntos mientras vemos una película. Me haría un traje como el de Buzz Lightyear para llevarte al infinito desde el otro lado del sofá. Te regalaría la canción más alegre del mundo para que jamás volvieras a llorar. Te leería todos los cuentos que quisieras en inglés para que no me entendieses y tuviera que traducirtelos. Te llevaría la contraría hasta que ya no pudieras más, sólo por poder discutir contigo. Me compraría mil corbatas rosas para que me despertaras todas las mañanas gritándome que soy el “corbatas rosas”. Me compraría juegos de pistolas, sólo para que me matases haciendo trampa. Te enseñaría a llorar de alegría. Abandonaría el condicional si tenerte conmigo fuese tan fácil como sólo desearlo. Te diría todas las mañanas que te quiero, porque ahora sé qué pasa si se da por hecho, si se pierde la oportunidad de hacerlo... Pero sobretodo, te abrazaría hasta que no me quedasen brazos.

Ahora te querré hasta que no me queden fuerzas.

martes, enero 01, 2008

Pensando

Hoy me he despertado pensando en ti. Un segundo antes de abrir los ojos, escuché el sonido de un mensaje tuyo en mi teléfono móvil, y casi he sido capaz de leer tus palabras sin necesidad de moverme: me cuentas que has conseguido reconquistar tu territorio, aclarar tus dudas infinitas, recuperar la sonrisa que se estaba desvaneciendo y dar un portazo a las lágrimas. Con los ojos aún cerrados te he dibujado sonriendo, con tus alas recobradas y una mirada cargada de esperanza. Y he pensado, por momentos así merece la pena despertar. Incluso a estas horas. En un día como éste. Me he girado y he comprobado el teléfono: apagado, como cada noche. La incertidumbre son unos cuantos segundos, unos pocos gestos: pulsar el botón verde, introducir la clave, y esperar. Nadie te explica cuánto tiempo debes esperar, hasta que por fin decides alejarte del silencio, para enfrentarte al nuevo día. Pensando en sueños y en impulsos. Pensando.