miércoles, febrero 20, 2008

...y que le gusten los perros

-Creces. Te haces adulto. Entonces, crees que tienes mucha experiencia. Esa es la primera etapa. Crees que tu personalidad está formada.
Luego crees que ya eres maduro. Pero entonces conoces a alguien y empiezas a sentir cosas nuevas. Y empiezas a sentir unas cosas terriblemente dolorosas. Te sientes confundido, ¿sabes? Te entran náuseas. Y yo creo que cuando te entran esas náuseas se cierra el círculo; esa es la persona adecuada. Esa es la persona que llena el vacío, que completa el círculo.
Eso es lo que me pasó cuando te conocí, en fin... enfermé de amor.

Ya conocí el amor. Y nadie podrá superar eso. Ni siquiera aproximarse. Así que lo que hago es bailar claqué. Y si bailo lo suficientemente rápido no tendré tiempo para recordar lo que he perdido.

sábado, febrero 09, 2008

Fade to blue

Siempre intento alejarme de los problemas, escapar de cuerpos geométricos que tienen demasiados vértices, nunca quise hacerme daño. Por eso necesito respirar hondo, pensar mil veces cada movimiento como si esto fuera una partida de ajedrez eterna en la que sé que, mueva la pieza que mueva, acabaré perdiendo. Nunca me queda claro el reparto de papeles, y tiendo a confundir al protagonista con ese actor secundario sin frase que simplemente aparece en escena en el momento más inoportuno. Así que trátame como material frágil, decide bien en qué categoría encajo, porque llevo mil viajes con el billete equivocado encima, y uno más podría hacer volcar el barco. No me hagas mucho caso ni me tomes tan en serio, porque puede que esto sólo sea emocionante visto desde fuera, pero aquí dentro cuesta encontrar las palabras necesarias y hay demasiado en juego como para saber por quién apostar, aunque cada vez lo tengo más claro, pierdo yo. Recuerda que a veces es un error tratar de sacar ventaja en situaciones desfavorables, y nadie se detiene en un cruce para preguntar cómo se sale de él.

martes, febrero 05, 2008

Pensarte, buscarte, esperarte

No sé que sentido tiene pensarte, buscarte, esperarte. Tal vez ya no seas la misma, seguro que yo no soy el mismo: tú me has cambiado, pero eso siempre te dio igual. Y descubrir que ha llegado un momento en que quizá no me necesitas para nada. Para qué sirve. Qué sentido tiene. Y estar ahora pensando en ti y escribirte esto, mientras probablemente tú eres ajena a todo esto. O imaginar encuentros fortuitos y citas imposibles en días nublados, conservar recuerdos y sensaciones en vez de fotos. Tocarte el codo, llamarte por el nombre. Sentir el temblor de mi voz y mirarte a los ojos para ver qué escondes al mundo. Y luego cuando te marchas quedarme en una nube negra, y buscar, buscar, pelearme con mi mala cabeza, pensando qué es lo que nos ha pasado, qué ha cambiado. Fingir que no pasa nada, ponerme la careta sonriente, y pedir otra copa; mezclarme con el ruido y las luces. Y pensar en el siguiente encuentro. ¿Para qué sirve tanto?